Es claro que el plan de socavar el prestigio de Faride Raful comenzó el mismo día que llegó a senadora y se creó, originó, planeó y ejecutó desde dentro, pues es ahí donde ella tiene sus oponentes.
Faride tiene un cóctel «de cuidado»: es bella, se muestra alegre en su trato pero contundente, cruda y convincente cuando toma la palabra, posee formación y su propia educación familiar le permite construir discursos que pasan a ser demoledores si en el terreno de la «lucha se trata».
Es posible, todo parece indicar que Luis Abinader no controla el partido y muchas de las decisiones que se toman por los grupos que se disputan liderazgos, por lo que el tema «Faride», cuando avanzó demasiado, ya era imparable. Así que el presidente «la salvó» de los círculos conspirativos y la «puso» a recorrer el país.
Posiblemente, los adversarios de Faride no vieron venir este «movimiento» y hoy la aún senadora es una de las «apaga fuegos y resuelve problemas» del presidente, convirtiéndose en ente «nacional», el peor de los escenarios para sus adversarios.
La ausencia de Faride terminó dibujando un escenario aburrido pues el «reemplazo» no vislumbró que estaba simplemente en un matadero, pues hasta bailar dembow o tocar piano haría falta para competir con el joven Omar, que de pronto vio que le habían dejado sola la pista. Además, para colmo, la otra fila posible a competir era la caducada opción de la Fuerza Nacional Progresista o el personaje que por mediático se cree político, de la Generación de Servidores que resultó ser casi invisible.
Seguro que no veremos a Faride hablar del tema, nunca, no debe y no tiene, pero algo es claro: el debate de opciones resultó una «pelea» de Elefante vs. Hormiga y, seguro, un Omar con Faride de frente habría sido un choque de trenes. Luego, la votación, aburrida, con un PRM que nunca se creyó apoyaría a Moreno por más marchas y figureos porque Guillermo no convence.
Termina este torneo con Faride reivindicada. Lo único que no hará, cuando termine la senaduría, es «irse para su casa.»